Señor Director:
En fecha 6-4-2000 envío una carta en referencia al artículo de J. Mosterín “¿Quién teme a los transgénicos?” (22-III-2000), la cual no es publicada, aunque gentilmente se me notifica la razón de ello, circunstancia que en su momento no entiendo.
Resumiendo, mientras que Jesús Mosterín refería que los transgénicos no ofrecen motivo de alarma, por mi parte exponía los potenciales peligros, riesgos para la salud, así como parte de los casos ya conocidos y documentados de muertes relacionados con la ingeniería genética.
La razón de la presente es la información recibida en este tiempo pasado. El Sr. Mosterín trabaja para el CSIC. Este organismo está subvencionado por la empresa Singenta (antigua Novartis), relacionada directamente con los alimentos transgénicos. Asimismo, Singenta, junto a otras empresas, se halla ligada a “Europa-Bio”, logotipo de una oscura e inaccesible entidad que intenta describir un supuesto interés por lo “biológico”, algo muy distinto, opuesto mas bien, a “transgénico”.Su función es hablar bien de los transgénicos y no es difícil imaginar que se halla apoyada o financiada por las multinacionales relacionadas con los transgénicos. Europa-Bio trabaja con la agencia de publicidad “Burston Masteller”, empresa desgraciadamente conocida por su funesta actividad: lavados de cara de empresas contaminantes, empresas responsables de catástrofes medioambientales con víctimas humanas (como el triste recuerdo de la empresa “Union Carbide” en el caso Bohpal, con 30000 muertos: una fábrica de de pesticidas), y, asimismo, lavados de cara de dictaduras, como la de Rumanía o la de Argentina con Videla. Asimismo Burston-Masteller cobra por lavar una imagen negativa de empresas dedicadas a favorecer el consumo de transgénicos.
Contestando al título del artículo del Sr. Mosterín, el 75% de los europeos tememos a los transgénicos, entre los cuales se encuentran obreros, funcionarios, médicos, catedráticos, premios Nóbel,… (son datos de un trabajo estadístico internacional realizado).
Sr. Director: espero que en esta ocasión no existan las circunstancias que impidieron la publicación de mi primera carta. Creo que es preciso que las personas conozcan las dos caras de la moneda; luego, que elijan libremente. En el caso de los transgénicos es un derecho (en teoría) conocer las dos versiones de la noticia, y un deber (también en teoría) de la administración en etiquetarlos para poder ser libres en elegir. Repito la interrogación de mi otra carta: si los transgénicos son tan buenos como afirman sus creadores y defensores, ¿porqué no desean etiquetarlos claramente?; así podríamos hacernos un favor y consumirlos en abundancia; la respuesta es que no esperan que confiemos en ellos (en nuestros políticos, en los transgénicos y en sus creadores ).Es importante la función de los medios de comunicación en esta época que nos ha tocado vivir; la dignidad y la libertad deben primar sobre los intereses económicos de las grandes multinacionales, para las cuales somos “consumidores”, no personas. Termino recordando un proverbio oriental que afirma : “Cuando el dinero habla la Verdad calla”.
Juan José Núñez Gallego . Médico e Higienista . Vigo